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Trastorno del aprendizaje

¿Trastorno del aprendizaje?
Constanza M. Merello
Mi idea es plantear que, bajo la denominación de Trastornos del
Aprendizaje, se engloban una multiplicidad de trastornos, de los
que Freud ya nos ha hablado y que actualmente en muchos casos
se los trata con uniformidad, como si este trastorno respondiera a
una sola causa. En este trabajo se realizará una articulación teórico-clínica
entre el material de un tratamiento psicoanalítico y algunos
conceptos teóricos freudianos.
Presentación del caso
Se trata de una niña de 9 años derivada al Hospital Durand por el
equipo de Orientación Escolar.
La niña está al cuidado de su padre, de 40 años de edad, quien
dice ser “obrero de la costura”, de nacionalidad peruana, tiene tres
hijos más, dos mujeres de 11 y 13 años y un varón de 15 años. La
madre (según los dichos del padre) se fue de la casa cuando la paciente
tenía 4 años. Ante las preguntas de la niña por la ausencia de
la madre, durante seis meses se le respondió que ella estaba trabajando.
Nunca se le explicó que los padres se habían separado. La
vivienda que habitan es una sucursal de Correo que han usurpado
junto con otros más. Aparentemente hay un proceso de desalojo
porque el padre dice que se tienen que mudar.
Dichos del padre:
Es muy mimosa. Se le dan todos los gustos. Le cuesta comprender
lo que lee. No presta atención, se cansa. En el aula siempre está
en movimiento. Cuando está con la maestra de recuperación, logra
hacer la tarea. A veces pregunta por la mamá, él le dice que está
trabajando. Le gusta jugar y hablar de la hermanita (de 4 años de
edad, hija de la madre y su nueva pareja). No se la ve triste, juega
y ve la tele. Como es la más chica, quiere ayudar y lo hace mal. La
castiga haciéndola estudiar las tablas de multiplicar.
Dichos de Belén a lo largo del tratamiento:
Se aburre en clase porque la maestra repite cosas que ya dijo. Tiene
todo regular en su cuaderno (ya repitió un grado). Tiene maestra
de recuperación porque se separaron los padres. Al finalizar las
clases del año 2010, le pregunté por el colegio, me respondió que
no le creía al padre que había pasado de grado. No copia “porque
sus manos son tontas”. Hablando respecto de la hermanita de 4
años, “Yo no sé si mi papá es el papá de Priscila”. Me contó que
no tiene juguetes, que el único que tenía era el Sapo Pepe y se lo
regaló a la mamá el Día de la Madre. Estuvo practicando su firma
“para cuando sea famosa, invente algo o escriba un libro”.
Me preguntó si me podía decir algo que me parecería una locura.
Le respondí que nada de lo que ella me dijera me parecería una
locura. Me dice que le parece que no ve bien el pizarrón (la maestra
de recuperación había recomendado llevarla al oculista, esto me lo
transmitió en octubre, al día de hoy no la han llevado).
Ante mi pregunta respecto de una lastimadura que tenía en la mano
izquierda, me respondió que se la hizo jugando con la hermana. Se
trata de un juego inventado por la hermana que consiste en frotarse
la mano con un dedo al mismo tiempo que dicen letras y forman
palabras, si tardan en hacerlo, con la frotación se sale la piel y se
lastiman.
Jugando con las muñecas y unos dinosaurios dice: “Este es el hijito
de él, que está en la panza”, “Esta es la mamá”, “La hija tiene
el bebé en la panza” (hablamos del nacimiento del bebé), “El bebé
llora y lo agarra el papá y lo lleva a bañar”. Lo deja y dice: “El papá
no lo quiere porque es mujer”, “Esta es la esposa”, “Se pelean con
el papá porque mató al bebé” (lo dejó adentro de la bañadera). Le
pregunto: “¿Si fuera varón lo hubiera matado?”. Respondió “No”.
Sobre una hoja pone puntitos de plasticola y los une, dice “Es como
un laberinto”.
Le pregunto: “¿Cómo cuando uno se pierde en un laberinto?”. Responde
“Sí, y no hay salida”. Le pregunto: “¿Alguna vez te sentiste
así?”. Responde: “Sí, cuando mi papá se separó con mi mamá”,
¿Vos sabías que se habían separado? Me di cuenta”. “¿Cómo?”.
“Porque mi mamá no volvía del trabajo. ¿Te cuento algo que no se
lo vas a contar a mi papá?” (le afirmé que las cosas que nosotras
hablamos no se las cuento al padre, le recuerdo que antes de hablar
con él le digo a ella acerca de qué voy a hablarle y le pregunto
si está de acuerdo en que lo haga), me dice: “Cuando tenía 4 años,
escuché a mi papá que le dijo a mi mamá “A la Belén no le digas
que nos separamos”. “¿Eso te enoja?”. “Sí”. “¿Estás enojada con
tu papá?”. “Sí”. “¿Con tu mamá?”. “No”. “¿Estás enojada por lo
que escuchaste y no te dijo que se separaron?” “Sí”. “Yo cuando
me enojo, me enchastro las manos, no hago caso, no me porto
bien”. “¿Esto que estamos hablando es lo que tenés en la cabeza
cuando estás distraída en el colegio?”. “Sí”.
“¿Cómo estás?”. “Estoy apagada y prendida”. “¿Qué es apagada?”.
“Duermo, como que no siento nada”. “¿Prendida?”. “Quiero
jugar todo, pero todo, pero todo el día”. “¿Apagada?”. “Aburrida,
no tengo ganas de jugar”.
Le hice notar cómo le había quedado la marca de la lastimadura
que se hizo en la mano, le pregunté si le gustaba lastimarse y me
dijo: “Por ahí sí”. “¿Cuándo estás enojada?”. “Sí”. “¿Cómo te lastimas?”.
“Jalándome el pelo, pegándome yo misma en las piernas,
pasando un tenedor en las manos”.
Me trajo para que viera su cuaderno, copié esta historia hecha y
graficada por ella: “Había una vez dos pichones enamorados y después
se casaron, y después vino la primavera. Después hicieron el
nido, la mamá vio que había tres huevos. Al rato llovió con todo y
vino una tormenta y después se cayó el nido y después vinieron los
papás y no estaban los pichones”. Le pregunté adónde habían ido
los papás y dijo: “A buscar comida”. “¿Qué pasó con los pichones?”.
“Se cayó el nido y se murieron”.
Me contó un sueño. “Había un tren, estaba mi mamá adentro, yo y
mis hermanas afuera. Se cerraron las puertas del tren, arranc
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en el sueño, parecería que lo agregó en el tren, en el momento que
la madre se despedía). Le pregunté si quería que la adoptaran, me
dijo que no.
Hablamos del tema de que se tienen que mudar. Me dijo que se tienen
que ir en agosto. Le pregunté si se lo había dicho el papá, “No,
lo escuche”, “¿Cómo lo escuchaste? “Cuando lo dijo el abogado
de mi papá. Le dijo que vaya buscando otra casa: ‘Se van a tener
que ir en agosto’. “El carnicero de al lado quiere vivir ahí”.
Tiene miedo de que, cuando se muden, el papá no la deje ver más
a la mamá. Hablamos de que van a ir a vivir a la nueva casa, el
papá, ellas tres y la amiga del papá. Le pregunté por el hermano, y
dijo: “Está viviendo con la novia”.
Dichos de la maestra de recuperación:
“No hace nada en clase. La mochila está vacía, rompe y raya sus
cosas. El papá no se da cuenta, mancha los libros, rompe, pierde
las cosas. Se recomendó que fuera al oculista, le hizo desaparecer
dos veces los anteojos a la compañera. No tiene ganas de trabajar,
se cansa y en clase juega con sus cosas. Hay una gran desorganización,
está muy sola”.
Dichos de la maestra del grado (ocho meses después de lo dicho
por la maestra de recuperación):
“Belén está bastante mejor, más organizada, con altibajos. Necesita
que ‘alguien se ponga con ella’ que vea sus cuadernos, la mochila.
Pregunta mucho por la mamá. En los recreos busca mucho
a la hermana”.
Desarrollo teórico clínico
A) Un más allá del principio del placer
Mi primera impresión, al conocer a María Belén, fue la de estar
frente a una niña triste, “apagada” (como dice ella que se siente),
desvitalizada, “gris”, sumisa, desvalida afectivamente, desinteresada
en aprender, dependiente, deslibidinizada.
Me pregunto si en el origen, cuando la tendencia del aparato psí-
quico es la descarga a cero, cuando todo es pura cantidad, ¿habrá
estado la mamá de Belén para cualificar sus estados pulsionales o
esa niña habrá sido puro desborde? Freud propone un tratamiento
diferencial que el aparato psíquico aplica a las excitaciones exteriores
filtradas por lo que él denomina “protección antiestímulos”, y
el modo en que los efectos de las funciones internas se distribuyen
en sensaciones que van desde el placer hasta el displacer. Nos dice
que todo esto se traduce en una prevalencia de las sensaciones
placer-displacer, y en un funcionamiento psíquico esencialmente
dirigido contra las excitaciones internas portadoras de displacer.
De allí la tendencia a tratar las excitaciones internas como si fueran
externas, para defenderse de ellas por medio de la protección antiestímulos.
En esa situación, el principio de placer ya no constituye
un recurso, y para el organismo solo se trata de intentar el dominio
de esa invasión. Esto supone una movilización de todas las energías
disponibles, lo que inevitablemente se hace en detrimento del
buen funcionamiento de los otros sistemas psíquicos, en especial
de los normalmente movilizados para enfrentar el displacer ocasionado
por las excitaciones internas. Es decir que, ante el exceso de
cantidad de estímulos internos, el aparato psíquico del bebé, que
no puede diferenciar su procedencia, reacciona como si se tratara
de estímulos externos que le producen gran displacer, lo que hace
es tomar la excitación como si proviniera del exterior del organismo
y se defiende de ella con la lógica interna, lo que provoca un desborde
de excitación, que en el caso de un bebé podrá ser manifestada
en llanto, rechazo al alimento, insomnio, etc.
Para que no haya desborde, debe haber asistencia externa, alguien
que se ocupe de las acciones específicas y satisfaga las necesidades
del niño. El niño ante la tensión pulsional no puede fugar, debe
haber alguien que cumpla la función de filtro, para ello la madre
debe funcionar en función al bebé y el padre de sostén de la madre
en eso. La función de filtro de la madre permite contener los desbordes
pulsionales del chico. El trabajo de la madre es trasmudar
cantidad en cualidad, complejizar el aparato psíquico del niño. La
función de filtro le permitirá al niño diferenciar lo interior de lo exterior.
Mediante el mecanismo de fuga, el bebé reacciona ante estímulos
del exterior. Ante lo interno no puede fugar, debe haber alguien
que haga acciones específicas para satisfacerlo. ¿Qué pasa si esto
no ocurre? Los estímulos externos se transforman en endógenos.
La cantidad no puede ser ligada, no puede ser representada. Vemos,
entonces, algo de la pulsión de muerte que se hace presente.
¿Será esto lo que se está haciendo presente cuando Belén juega
a lastimarse, cuando dice que “por ahí le gusta jalarse el pelo, golpearse
las piernas, pasarse un tenedor en las manos? Es decir, hacerse
daño. O ¿con la historia que imagina de los pichones que se
caen del nido y se mueren, o el bebé al que el papá lo deja ahogar
en la bañadera porque es mujer, como lo es ella, afirmando que si
hubiera sido varón no lo hubiera dejado morir?
cool His majesty the baby?
Freud en “Introducción del narcisismo” nos dice que, considerando
la actitud de los padres cariñosos con respecto a sus hijos, hemos
de ver en ella una reviviscencia y una reproducción del propio narcisismo,
abandonado mucho tiempo ha. Se atribuyen al niño todas
las perfecciones, cosa para la cual no hallaría quizá motivo alguno
una observación más serena, y se niegan o se olvidan todos sus
defectos. La vida ha de ser más fácil para el niño que para sus
padres. No debe estar sujeto a las necesidades reconocidas por
ellos como supremas de la vida. Habrá de ser de nuevo el centro
y el nódulo de la creación: His Majesty the Baby, como un día lo
estimamos ser nosotros. Deberá realizar los deseos incumplidos
de sus progenitores. “El conmovedor amor parental, tan infantil en
el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres,
que en su transmudación al amor de objeto revela inequívoca su
prístina naturaleza” (Freud, 1914, p. 88).
Ante estos padres desinteresados por su hija (no obstante, el papá
cree, porque así lo dice, que “Se le dan todos los gustos”), podemos
pensar lo que Freud nos plantea respecto del amor parental, que es
en el fondo la resurrección del narcisismo primitivo de los padres.
Tendríamos que preguntarnos entonces: ¿cómo es el narcisismo primitivo
de estos padres?, ¿hacen a la hija lo que se les hizo a ellos?,
¿la carente forma de libidinizarla es la que ellos recibieron?. No ponen
en ella expectativas de cumplimiento de sus propios deseos, le
mienten, abandonan, ocultan, prometen y no cumplen, no le dan respuestas,
la anulan como sujeto. ¿Sus progenitores (abuelos de Belén)
habrán hecho lo mismo con ellos y lo están repitiendo en su hija?
Considerando lo que nos dice B. Janin respecto de que no responder
al otro es un ataque al otro como sujeto, la respuesta mecánica
es una respuesta desubjetivante y es tan grave como el silencio, que
es también una forma de crueldad. Por eso las no-respuestas a las
necesidades del otro son formas de ejercicio de crueldad y violencia
silenciosa. El papá dice que “Como es la más chica, quiere ayudar
y hace las cosas mal”, este papá no se da cuenta de que hace las
cosas mal (a su criterio) porque es chica, no ve la diferencia, no se
la respeta como niña que hace cosas de niña, no se le borran las
imperfecciones, como nos dice Freud que hacen los papás con His
Majesty the Baby, los papás de Belén no son padres tiernos. Dice B.
Janin: “El niño puede ser ubicado por los adultos como un inferior a
ser dominado o como un igual al que no se le toleran las diferencias.
Darle un lugar de semejante diferente, reconocerlo como tal, es básico
para que pueda constituir un funcionamiento deseante, una imagen
valiosa de sí y un bagaje de normas e ideales que lo sostendrán
en los momentos de crisis” (B. Janin (2)). A Belén no le dan un lugar
de semejante, incluso podemos pensar que el papá la trata de tonta,
como ella dice de sus manos que son tontas. Cuando actualmente
ella ha preguntado por la mamá y le sigue respondiendo que está
trabajando, ¿creerá que ser chico es ser tonto?, ¿habrá sido él tratado
como tonto por sus padres y repite lo mismo con su hija?, ¿cuál
será el bagaje de normas e ideales con que contará?, y su deseo,
¿dónde está?. Sin deseo no hay aprendizaje. Es imprescindible que
alguien haya libidinizado y a la vez que no haya sido omnipresente
para que el deseo se instaure.
C) ¿Problemas de aprendizaje?
Para que haya aprendizaje debe haber investidura del mundo exterior.
Esta nena deslibidinizada, desatenta, que se distrae en clase, que
pierde sus útiles, nos está diciendo algo de lo que le pasa. Si no ha
sido libidinizada, si no hay diferenciación entre lo exógeno y lo endó-
geno, no hay investiduras del mundo exterior. Ella está preocupada
concentrada en lo que ella siente, que “extraña a la mamá”, dice que
se ha sentido “dentro de un laberinto sin salida porque se separaron
los padres”. Para que haya investidura del mundo exterior tiene que
haber habido otro que haya libidinizado ese cuerpo. Para que haya
investidura del mundo tiene que haber registro de matices, ritmos,
intervalos. Esto es posible si ha habido una mamá que lo haya permitido
con sus acciones específicas. Es la madre la que ofrece al niño
un mundo investido libidinalmente. Pero si esa mamá no puede erotizar
nada que no sea su propio cuerpo o sus propias sensaciones, si
no puede transmitir un dirigirse al mundo, y no hay un sustituto que
realice esta tarea, el bebé no investirá un exterior a sí. ¿Podemos
pensar que esta mamá haya erotizado a María Belén tratándose de
una mamá que, mientras integraba el grupo familiar, se ausentaba
por su trabajo dos o tres días por semana, y, al separarse del padre,
se va de la casa y no vuelve a ver a la hija hasta después de transcurridos
varios meses, cuando ella contaba con solo 4 años de edad?
Y actualmente no la ha visto ni llamado por teléfono desde el mes
de diciembre. B. Janin nos plantea que, si desde el mundo se arrasa
con las propias posibilidades, tiempos, ritmos como cuando se lo
deja en un mundo sin investiduras libidinales, se ejerce una violencia
desestructurante, un maltrato. ¿A quién maltratan al maltratar a un
niño? Generalmente, a aquello que quisieran destruir en sí mismos
y retorna desde el otro, es lo propio insoportable que retorna desde
afuera lo que se quiere destruir, aniquilar, silenciar, y que muchas
veces se presentifica en uno de los hijos.
“El niño va armando sus redes representacionales, va constituyendo
sus circuitos de pensamiento, con relación a los
otros que lo rodean, fundamentalmente con relación al funcionamiento
psíquico de esos otros. En la medida en que se va
pensando a sí mismo como alguien, en que puede ir armando
una representación de sí, a partir de la imagen de sí que le
dan los otros, esta organización representacional va a actuar
inhibiendo la descarga directa, la tendencia a la alucinación o
a la defensa patológica” (Mannoni, 1967, p. 39).
¿Qué imagen de sí podemos pensar que le dan los otros, sus padres,
si pareciera que en ella se están aniquilando a ellos mismos?,
¿con qué elementos puede pensarse a sí misma?, ¿ir armando su
propia representación?, ¿qué imagen de sí puede recibir de esos
otros que le ocultan la realidad, de la que ella toma conocimiento
con sus propios recursos? Y con esto hace lo mismo que le hacen,
no dice que sabe lo que sabe, no se muestra como ella es, ¿se
hace la tonta para que la sigan creyendo tonta?
Considerando lo que nos dice B. Janin que el ser tenido en cuenta
como sujeto pensante, como sujeto reflexivo por parte de los padres,
es fundamental para que un niño pueda acceder a una lógica
secundaria. Necesaria para que haya aprendizaje. María Belén se
aburre en clase, se cansa, repitió un grado y casi repite otro el año
pasado. En referencia al aprendizaje específicamente y al deseo
de saber, teniendo en cuenta esta “cultura de los secretos” que
practica esta familia y que envuelve a las preguntas que Belén se
hace sobre los temas importantes de su vida, como la ausencia
de su madre, si su hermanita es hija de su papá, si van a ir a vivir
a otra casa, etc., tomamos lo que nos plantea O. Frizzera: “La
dificultad surge cuando un conocimiento, que es necesario para
seguir la investigación, es escondido o desmentido, quedando entonces
la relación del chico con el conocimiento expuesta a una
gran peligrosidad. Conocer implica un movimiento hacia algo que
está oculto o por lo menos no visible. Y en este camino se puede
generar una evitación que toma la forma de la inhibición. Inhibición
que es definida como detenimiento en el movimiento. En este caso
movimiento que se dirige a aprender” (O. Frizzera, 2002). ¿Cómo
va a tener deseos de aprender si el cuestionar, el preguntar sobre lo
que le interesa a ella la lleva a recibir respuestas que no son verdaderas,
que la alejan de la realidad, ¿será que es preferible averiguar
las cosas sola, y se asegura que sean verdad?, como hace cuando
escucha conversaciones que no “debe” escuchar. Ella se ocupa de
investigar lo que le interesa, por eso, parece inhibida en el aprendizaje,
desinteresada en aprender lo que otros quieren que aprenda,
sin siquiera saber para qué lo tiene que aprender.
“Lograr que el niño pueda salir de cierta trama de engaños que
va urdiendo con la complejidad de sus padres. Esto solo puede
lograrse si comprendemos que el discurso que se dice es un discurso colectivo” (Mannoni, 1967, p. 100). Ella, con sus propias
investigaciones, va pudiendo salir de esa trama de engaños y
podemos pensar que el próximo paso sea hacerlos dar cuenta
a los padres, que, para que ella pueda “aprender”, libidinizar el
mundo exterior, sería importante que ellos salieran también de
ese lugar.
Conclusión
Como conclusión, considerando lo que nos dice M. Mannoni, que
el discurso en que se encuentra inmersa María Belén es un discurso
colectivo, discurso de los otros que la rodean, pienso que
lo que habría que hacer, dado que sigue en tratamiento, es seguir
trabajando con el padre para que su silencio desubjetivante sea
reemplazado por palabras estructurantes, que sean constitutivas
de un sujeto pensante, deseante. Que este papá pueda ver las diferencias
y borrar las imperfecciones, como se hace ante His Majesty
The Baby, de manera que ella se sienta reconocida y pueda constituir,
a partir de la imagen que recibe de los otros, una imagen de
sí valiosa, que le permita desear, facilitando así su camino hacia el
investimento del mundo exterior, lo que le permitiría una paulatina
organización representacional y seguramente se verían los resultados
de esto en un mejor rendimiento escolar, en una mejoría en su
aprendizaje, siendo la falla en esto lo que motivó la demanda de
parte de la escuela, de un tratamiento para la niña. Paralelamente
continuar el tratamiento con ella, escuchándola como sujeto que
sufre, en sus palabras, juegos, expresiones, gestos, simbolizaciones,
interviniendo de manera que esta niña se pueda ir constituyendo
como sujeto pensante, libidinizándola. Es imprescindible que
alguien haya libidinizado y a la vez que no haya sido omnipresente
para que el deseo se instaure. Sin deseo no hay aprendizaje.
Hacer lo que nos dice Freud, que su vida sea más fácil.
Como dijimos al inicio, hemos podido ver que bajo el título de “trastorno
del aprendizaje” se oculta un sufrimiento psíquico que parte
desde el origen, provocado por fallas en las funciones materna y
paterna, que se manifiestan, entre otras formas, como una falla de
la niña en su rendimiento escolar.

Bibliografía
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Traducción de José Luis Etcheverry.
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Mannoni, Maud (2007 [1967]). El niño, su “enfermedad” y los otros.
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